viernes, 15 de mayo de 2009

Linköping



Escuchó una conversación sobre su muerte. Nunca imaginó un final así, tan pobre, tan silencioso, desaparecido en la oquedad. No llegaría a viejo, ni conocería a sus hijos, es más, desde hacía unos meses la guadaña ya rondaba su cuello. Quiso darse un respiro huyendo de la inmediatez y acudió a la ciudad a esconderse de los horrores. Fue un último deseo antes de su ejecución. Recorrió las calles de la urbe perseguido por una sombra. Vio su rostro en el jinete de Stora Torget sorprendido ante la tempestad. Sintió todas las miradas de los suecos hendidas sobre su espalda. En el río el graznido de las aves clamaban historias que no quería oír. No tenía donde detenerse. Corrió por los adoquines, atravesó parques, cabañas, el cementerio estaba cerrado. Comenzó a llover. Se refugió en la catedral ante un piano de cola y antepasados bárbaros. Dios había muerto para él, jamás llegaron a entenderse, pero en esa oscuridad estaba a salvo. Repasó los últimos años y cayó en la cuenta de que solamente se había dedicado a construir su propia fosa. Otra vez escuchó aquella conversación. Abandonó la ciudad para siempre y emprendió el viaje de vuelta, tal vez, a cumplir con su cita con la muerte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una bonita historia, supongo que será la de la famosa y misteriosa estatua que nos llamó tanto la atención.P.A.C

Julito "El Gatopardo" dijo...

No, se trata de la historia de mi vida.

Anónimo dijo...

A veces das miedo.