miércoles, 25 de febrero de 2009

Göteborg




Despertaron en otra ciudad. No llegó a amanecer. Todo quedó cerrado en un bulbo de hielo, los edificios apilados, los paseos que construyen los barrios, los estanques de los parques, los niños embutidos en abrigo con sus trineos, los padres, los relojes paralizados, todo. Apenas advirtieron transeúntes por las callejas, tan solo cicatrices difuminadas en los adoquines. El río les empujó hacia un puerto mitigado por buques adormecidos en sus paredes. Allí se detuvieron confundidos entre los colores grises de la tarde. Silencio y nieve. Sobre las plazas, al final de las avenidas, distinto silencio y distinta nieve. La ciudad quedó sepultada por los faroles. Un plano mojado les indicó el camino de regreso. Eligieron sobre una maraña de tranvías su tranvía. Antes una parada en el último punto del mundo. Derrotados en ese vagón con ojos apagados llegaron a un albergue. Más comida y más bebida. Terminó la noche sin demasiado esfuerzo. Después vinieron los animales noruegos. Llegó el siguiente día. Esta vez si que amaneció. La nieve se desangraba en las aceras, fueron otros los lugares sin las huellas. Ya eran parte de aquella ciudad cuando una estación les abrió sus puertas.

miércoles, 18 de febrero de 2009

IKEA



Muchos fines de semana acabamos en esa exposición tremenda del hogar. No es solo una forma de matar un sábado, ni vamos únicamente porque las compras en el supermercado de enfrente sean más baratas, mucho menos porque necesitemos alguno de los innumerables productos que ofrece. Pisamos el IKEA tan a menudo por su magnetismo, por su irreprochable manera de hacernos consumir el tiempo entre las hijas de los suecos, por ser una juguetería enorme para mayores. Estuve sobreviviendo con el mobiliario necesario de mi cuarto durante el primer mes. Tras varias visitas a este monstruo apilo al menos media docena de cosas inútiles en los rincones de mis paredes. Compré un pie para la ducha que duerme junto al inodoro, un trapo de cocina lleva al menos unas semanas en el bolsillo de mi mochila, sobre todo guardo en mis estanterías cuberterías para las que no encuentro el momento del estreno. Aquí los objetos, en medio de esta oscuridad, carecen del uso para el que fueron fabricados pero forman parte del paisaje intimista que otros bultos comenzaron a crear mucho antes de que ellos llegasen. Paseo por las calles de IKEA. Camas, sillones, jarrones, relojes, velas, todas las cosas. Las cosas me quieren y yo a ellas. Cuando tenga mi propia casa voy a poblarla de estos chismes hasta que yo mismo sea un chisme.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Lago Berg


Ya fuimos al Lago Berg cuando comenzó todo esto. Nuestras bicis tan solo contaban con unos días y la necesidad por descubrir la zona nos llevó hasta un picnic a orillas del charco. Algunos nos bañamos. A mi se me encogió todo, sentí que me quedaba sin nada, tan solo con una respiración entrecortada. Aquello fue en Agosto y no ayer como parece. Esta vez aparcamos las bicis, cogimos abrigo, una mochila y comenzamos a andar. Apenas miramos el mapa. Decidimos seguir la senda que bordea el río, otras veces nos inventamos el camino, atravesamos cultivos helados, aplastamos riachuelos congelados con la temeridad de un paso en falso, llegamos a poblados diminutos, nos equivocamos de salida y descansamos a los pies de un embarcadero golpeado por el invierno. Cuando llegamos al lago todo era silencio, todo sobre un fondo blanco cansado de recibir la misma nieve. De regreso oscurecía, el cielo mostró las heridas de una muerte de media tarde, terminamos subidos a un autobús aplacados por la exigencia de la mañana. La gran masa sólida apretaba los dientes para ahuyentar el frío de su costado. La primavera volverá, volverán las aguas a fluir. No habrá dolor para el lago entonces, pero nuestro final estará muy cerca.

lunes, 9 de febrero de 2009

Alvaro vía Roma






Colgó el teléfono y acudió a refugiarse entre las sábanas. Aquella visita le asestó un golpe directo a la memoria. No podía dormir, ni siquiera cerrar los párpados. En la oscuridad aullaba todo lo que le había llevado a esa cama. Primero fue su madre hablándole de los fríos nórdicos, más tarde ese director introspectivo, luego llegó Granada, sobre todo llegó el colegio. Desde que se cruzó en el pasillo de la habitación 335 con el muchacho de los ojos azules supo que había encontrado a un compañero. Le resultó un ser cercano, tal vez un conocido de siempre de esos con los que no se recuerda el momento del chispazo, uno de los pocos de su tierra. Vinieron botellones, con el tiempo cervezas con sus tapas, no demasiadas, golferías de noche caída, conversaciones en los cuartos, pocas veces en el suyo, un desastre de cuarto, políticas enfrentadas, alguna vez el cine, jamás los toros, disputas con los curas, todos los amigos que allí dejaron, la familia ciertos domingos, amores que se van, otros que se quedan, ellos dos sobre cualquier cosa. Por un momento volvieron a sus cuartos de entonces, a ese salón enredados en alguna disputa, a las comidas a las 2 en punto de la tarde, a reírse de las historias después de la última noche, volvieron a su Colegio. Y volvieron a amanecer en distintos países.

martes, 3 de febrero de 2009

Victor en Linköping




Volvimos atrás, a nuestro huerto en la infancia, a nuestra familia y nuestra historia. Volvimos a recordar lo que somos, algo más que primos, compañeros en silencio ante el más leve tropiezo, dos amigos por Europa con la misma sangre y distinto frío. Por unos días formaste parte de esto. Bicicleta hasta la ciudad, pasos por el bosque, compras en sueco, un aire que asesta las ideas, mezcla de orígenes y una mirada hacia El Sur. A menudo consumo las noches derrotado en mi pupitre contemplando la ventana. Siempre oscura y siempre impregnada de memoria. Aquellas mañanas en la higuera, aquella chimenea en las tardes grises, aquellas chapas en las baldosas, aquella semana santa de cartones y de sueños, tus amigos y los míos, ahora los nuestros, aquellos veranos en los pisos, aquellos ancianos risueños. Todo. Os imagino por aquí, entre esta vida de película, con estos seres de otro mundo. Me fui huyendo de lo de siempre para descubrir que lo de siempre aguarda en cualquier esquina. Y viniste a Linköping para darle cuerpo a lo de cada noche. Seguimos siendo dos niños en el huerto. No dejamos nada en el camino.