miércoles, 17 de diciembre de 2008

Final de la primera parte


Se terminó esto, al menos la primera mitad. Parece un cuento cuando pienso en aquel 2 de Agosto. Un día para el olvido. Fue ayer mismo. Hemos hecho cosas que ya y para siempre son parte de nuestra memoria. Yo me quedé con ganas de hacer otras muchas. Esas también quedarán para siempre. Es corrosivo y rencoroso el arrepentimiento. Hoy volví a examinarme pero olvidé registrarme. Aquí es necesario hacerlo 10 días antes de cada prueba. 2 chinos, 1 alemán y yo hemos tenido que esperar media hora en una sala mirándonos las caras. Parecían los momentos previos a los juicios de Núremberg. Tras 2 meses compartiendo clase con estos jóvenes jamás habíamos mediado palabra. Comenzamos a hablar, reímos, nos reímos de este sistema absurdo. Una vez dentro he inventado una historia insólita a base de ecuaciones y palabras quebradas en inglés. Sobre el papel un pelotón de expresiones matemáticas trataban de hallar alguna lógica que zanjase el problema. Nunca me pidieron opinión, es más, se burlaban de mi rostro aséptico. Finalmente intervine. Las mandé callar de un tachón. Ahora estarán pudriéndose en la basura, aunque el potencial macrocanónico seguirá con sus carcajadas de exaltado. Vi salir a los chinos y al alemán. No volveré a verlos. Regresan a su país definitivamente. Solo media hora de conversación y ya los amo. Estos quedarán para siempre. Es una de las muchas cosas que debí hacer en su día.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Biblioteca

Debo llevar alguna hora sobre esta silla y apenas he hecho un par de problemas. Es duro estar cercado por 9 temas de estado sólido. Hace una semana todo era más fácil. Un par de páginas y a mi cuarto. Pero el examen es el próximo Miércoles y el tiempo acorrala. Aquella sueca me despista. Parece mayor, no es la típica rubia que se ve por aquí. Menudas piernas embutidas en redes del infierno, menudos pechos, menuda historia ven mis ojos. Si estuviese en mi casa acabaría con esto. Mejor para luego. Mi casa, mi cama. Extraño una siesta en condiciones. Termino hundido en los folios. Sueño. Sueño con esa sueca y con mis libros, con mi examen del Miércoles, la devoro lentamente y soy devorado. Mi examen del Miércoles. Abro los ojos. Todo sigue igual. La sueca ha desaparecido pero ya está en mi cabeza para siempre. Miro a mis compañeros. Ayer no reconocería sus caras, hoy son inseparables en este viaje. Los analizo. Menudos personajes. Una carcajada se me escapa y me miran. Deben pensar que estoy fatal. Ya me conocen. Me aceptan. Se descojonan a veces. 4 días para volver a España, llevo 20 tardes sin afeitarme y una hora pensando en las musarañas. Las 6 de la noche. Me voy al gimnasio que hoy he comido demasiado.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Teatro

Aquella noche un chico se detuvo entre bastidores en el Gate Theatre de Dublín. Apenas un minuto para entrar en escena. Sintió una bestia devorando su estómago. Mucho después aterró a toda América con una adaptación radiofónica de La guerra de los mundos y se enamoró de Rita Hayworth como tantos otros. Orson welles nació en un teatro. Aquella tarde un joven caminaba por una calle de Broadway. Había sido muchas cosas sobre un escenario pero nunca un personaje de Tennessee Williams. Sintió una bestia devorando su estómago. Años mas tarde sostuvo el cadáver de Julio César y terminó atormentado en un apartamento de París. Marlon Brando nació en un teatro. Aquella noche debió de ser la última. Vio su rostro demasiado viejo reflejado sobre el espejo de su camerino. Sintió una bestia devorando su estómago. Fue Maxim De Winter entregado al legado de Rebeca y un confundido Craso en ese milagro que es Espertaco. Laurence Oliver nació en un teatro y murió sobre él. Un ser anónimo recibe una llamada telefónica. Es su hijo para desearle suerte en la función de esta tarde. Jamás se subió a un escenario, ni tuvo una vida pública. Se le vio sentado en algún cine ante películas de Welles, Brando y Oliver. El también sintió una bestia devorando su estómago pero no nació en un escenario. Tan solo pasaba por allí.

martes, 9 de diciembre de 2008

Café por siesta

Mis amigos se cansaron de mi por muchas cosas. Entre otras dejaron de llamarme para tomar café. Cada tarde después de engordar mi estómago con los platos de mi madre sentía una llamada biológica hacia el sofá. Quedaba anulado como un muerto, agazapado como un cachorro sudando historias imposibles. La siesta siempre ha sido una forma de acallar el sueño de las horas perdidas en la noche, siempre gravada en mi configuración genética, no muy diferente al instinto sexual, siempre ha existido. La posibilidad de volverme de vacío ha conseguido lo que nadie. He abandonado mi cama que es mi vida para hacerme a las costumbres suecas definitivamente. Estudio en la facultad, como en la faculta, no duermo mi siesta en mi cama en la facultad y vuelvo a estudiar en la facultad. Sigo sintiendo sobre mi cabeza el azote digestivo, esa danza de púgil vencido hacia la lona aun existe. Ahora tomo café con los compañeros de aquí. Críticas a todos los gobiernos, el ejército, el cine, el destape, nuestro destape, las suecas, las que no son suecas, España, Cataluña, los exámenes, el gimnasio, mi última borrachera, su próxima borrachera, una sueca que pasa, nosotros la miramos, eso que miramos no puede ser cierto pero soy feliz con ellos y ellos rien. Llegamos a la biblioteca. Todo el mundo estudia. La siesta no me la quita ni la sueca de antes. Hundo el cráneo sobre los apuntes y sueño con una joven.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Los de antes

Y se encontraron de nuevo y de nuevo fueron los mismos. Poblaron los bosques con sus historias de siempre, atravesaron el pueblo y bajaron al rio. Cenaron, bebieron y discutiron. Todo era muy extraño, las gentes, las casas, los perros. Esa noche los perros asaltaron las calles, esos perros callejeros, esas calles congeladas. Todo había cambiado menos ellos. Perdieron el autobús por culpa de una borrachera pero llegaron a la ciudad, a una estación entre tinieblas a las 5 de la tarde, a un hotel siniestro oculto entre árboles y hedores. Llegaron sin saberlo a ser los de antes. A besarse, a estorbarse, a quererse, a matarse. Ellos volvieron y con ellos un pasado despierto entre mentiras. Apenas saben que sucedió realmente, qué fue inventado. Es lo mismo, todo eso lo vivieron. Durmieron demasiado. También soñaron dormidos. Vivieron con Dalí placeres sibaríticos y el señor D'ors les habló del comunismo. Y se separaron de nuevo y de nuevo fueron los mismo. Poblaron los bosques con sus historias de siempre, atravesaron el pueblo y bajaron al rio. Cenaron, bebieron y no volvieron a discutir. Todo era muy extraño, las gentes, las casas, los perros. Esa noche los perros se quedaron en sus casas, esos perros hogareños, esas calles desiertas. Ya nada había cambiado y ellos los de antes.

martes, 2 de diciembre de 2008

Judo

Crecí con este deporte desde bien pequeño. En aquella calle intransitable, en aquel gimnasio de distinto siglo, con aquellos niños que jamás volví a ver. No llegué más lejos por mis hombros y por falta de motivación en el amplio espectro. En Granada volví a intentarlo. Mis abductores lo impidieron. Pensé en colgar el kimono definitivamente, esa vez para siempre. Pero algo más de un año de Rugby sin lesiones idearon mi vuelta. Y así estoy, en este apartado del mundo devolviéndome a la infancia, combatiendo con cautela, sin sueños olímpicos ni propósitos para futuras competiciones. No las habrá. Solamente cuerpo a cuerpo entre conocidos, interpretación de errores físicos en movimientos programados, como mucho una técnica guardada en la memoria, nada de violencia. Aquí el deporte es un acontecimiento social. Las luchas son cuidadas, con una intensidad moderada bastante alejada de las pretensiones españolas de victoria. Judo por placer en clases de hasta 30 personas. Tuve que venir hasta Suecia para comprender que existe otro Judo, que cada combate no es una final mundial, que se puede disfrutar cayendo. Debería haber caído más veces.