martes, 2 de diciembre de 2008

Judo

Crecí con este deporte desde bien pequeño. En aquella calle intransitable, en aquel gimnasio de distinto siglo, con aquellos niños que jamás volví a ver. No llegué más lejos por mis hombros y por falta de motivación en el amplio espectro. En Granada volví a intentarlo. Mis abductores lo impidieron. Pensé en colgar el kimono definitivamente, esa vez para siempre. Pero algo más de un año de Rugby sin lesiones idearon mi vuelta. Y así estoy, en este apartado del mundo devolviéndome a la infancia, combatiendo con cautela, sin sueños olímpicos ni propósitos para futuras competiciones. No las habrá. Solamente cuerpo a cuerpo entre conocidos, interpretación de errores físicos en movimientos programados, como mucho una técnica guardada en la memoria, nada de violencia. Aquí el deporte es un acontecimiento social. Las luchas son cuidadas, con una intensidad moderada bastante alejada de las pretensiones españolas de victoria. Judo por placer en clases de hasta 30 personas. Tuve que venir hasta Suecia para comprender que existe otro Judo, que cada combate no es una final mundial, que se puede disfrutar cayendo. Debería haber caído más veces.

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