miércoles, 30 de julio de 2008

Cocina


Me dispongo diariamente a la buena mesa. Fresca ensalada al centro, un plato de vicio (cocido de albóndigas, arroz y pollo pero sin pollo, pasta aderezada con exquisita salsa, carnes bastante pasadas por la plancha, berenjenas rellenas), piezas de fruta a la carta y algún postre casero de culminación estomacal y sensorial cuando no se suma un helado. Me levanto y directo al sofá, con los párpados cerrados y arrastrando un torso embarazado de abundancia. Han pasado un par de horas y aún sigo traspuesto, digiriendo la comida y mis cosas. Esta siesta me ha dado para soñar con una jovencita, madurar ciertos sinsabores, ahuyentar todos mis fantasmas y despertar bañado en mi propio sudor. Las siestas veraniegas suelen tener un final espantoso. Pero te pegas una ducha o te bañas en el mar o la piscina y como nuevo. Aquí es dónde te serenas y todo comienza. Me vuelve a rondar por la cabeza la cocina, no por necesidad, la digestión ha sido pesada y aún se mueven las tripas. Me vuelve porque empiezo a verme entre los fuegos manejando sartenes y poniéndole gracia al asunto. Caigo en la cuenta de que el último huevo lo hice hace varios años y terminé con quemaduras, que mi madre me encargó que cociese unos espaguetis y acabaron pegados en el cazo, y la memoria no me alcanza para nada más porque en mi vida he cocinado. No me resta tiempo para seguir enredado en musarañas, tengo que hacer la maleta que estamos a miércoles y me voy el sábado. Me queda mucho por aprender. Yo, solico. Hasta mañana amigos.

martes, 29 de julio de 2008

Despedidas


Deambulas por la calle con algún títere devorándote los sesos, alguna trasferencia a Suecia, el plazo de otra beca, llamada a tu compañera de viaje para ultimar horarios. Te has convertido en un ser mecánico, con unas tareas a realizar sin espacio para la razón. Divagas entre los estufidos de un banco y el rostro grotesco del guardia de turno en comisaría sin lugar para la protesta. Asumes que te traten como a una bestia, como al último mono de esta jungla que está montada. Te das media vuelta y sales por donde has entrado, qué más da, te dieron el papel que necesitabas, en una semana serán ceniza. El día parece haber acabado y te enteras que tienes que volver a Granada para matricularte. Para qué sirve internet. Incomprensible pero se asume. Sigues tu camino tragándote todo, sin compartir el estado de indiferencia hasta que alguien te toca la espalda. Es un viejo simpático que te abraza y te besa. Sus ojos son vidriosos y su voz amiga. Te desea lo mejor para Suecia y te pide que lo recuerdes. Cómo olvidarme de esta gente. Detesto estas despedidas, siempre se me anuda la garganta y un sudor helado me recorre el lomo, termino llorando a lágrima viva. Ya he despedido a demasiados, a viejos y jóvenes, se que no volveré a verlos en varios meses pero por otro lado se que regresarán las imágenes de siempre, estas que ahora me llevo en mi equipaje. Hasta mañana amigos.

lunes, 28 de julio de 2008

Buen Camino


El Camino se esparce por la loma de un bosque, otras veces irrumpe en una aldea de serenos pastos, nos conduce a cementerios de lugareños y nos apea en algún mesón de soberbio pan y tradicional cuchara. El Camino navega por riachulos de incierta procedencia, aplasta la mala hierba y se pierde entre eucaliptos que dejan pasar un breve espacio de luz. Se agradecen las tinieblas, el sol abrasa. El Camino es único pero son muchos los caminos, y al caminante siempre le acompaña una gran mochila, algo de cansancio y buena conversación. El día comenzó demasiado temprano, ya se alcanzan las siete horas de una marcha irrepetible, los dedos empiezan a cortar como cuchillas y en el resto del cuerpo rezuma algún dolor exasperante. Brevemente el resurgir de una ducha, la soledad de una cama, una botella de alvariño y otro día que se desvanece. Apenas se advierte y ya hemos coronado Santiago, en seguida el tránsito humano, el rugir de las máquinas, pequeñas callejuelas, prefiero los bosques, aquí falta intimidad. Una torre aparece a lo lejos, atravesamos vetustos trazados para que un juego de dos gaitas nos detenga ante la aplastante arquitectura de la plaza del Obradoiro. Atrás dejamos a personajes inolvidables. No volveremos a reír con Alberto Contador, ni con "El Legías" y su hijo, ni Sean Connery y Fiona, ni Ferdinam ni aquel profesor de Historia, ni El Roling, ni Ramón Sampedro, ni Aquiko (o como se llame), ni tantos otros, y por supuesto nuestras dos compañeras del Camino. Aún resta una noche en Santiago y un trepidante paseo a Finisterre pero me niego a atravesarlos. Algo de mí se quedó en aquel Camino y no quiere montarse en el tren de vuelta. Desde este momento Santiago lleva vuestros nombres. Hasta mañana amigos.

martes, 1 de julio de 2008

Vacaciones


A pesar de tener exámen esta tarde, me levanté optimista, ya sabeis, mascullando la lección, pensando que después de tanto esfuerzo mandaría la pila de apuntes bastante lejos, no mas tarde de las ocho de la tarde. Qué coñazo de asignatura, para quien la quiera. En un descanso del subidón que supone adaptar el temario a una carrerilla, los que repasan en las horas previas saben de que hablo, escucho en la radio que los americanos tienen una media de 16 días de vacaciones al año, ¡Qué animales! ¿Verdad? Y yo que ansío biológicamente la llegada del lunes por estar un mes encerrado, ¡Qué infame! Mi sorpresa se acrecienta cuando trasladan la tertulia a territorio japonés. El más privilegiado cuenta con una media de 9 días de vacaciones cuando lleva al menos 2 años de ininterrumpidas jornadas laborales. Pero después de estar 2 años en el mismo cuadrado, hora tras hora, ¿qué sentido tienen 9 días de vacaciones? ¿Qué hacer? ¿A dónde ir? No muy lejos porque es poco tiempo por supuesto. Imagina que no te coinciden con tu esposa y tienes que quedarte cuidando a la prole, un suicidio. Ellos dicen que el trabajo dignifica, una especie de misa diaria, una penitencia para irse bien de este barrio. Recuerdo aquella película de Frank Darabont, "Cadena perpetua", cuando el viejo tras toda su vida en prisión queda en libertad condicional y comienza a trabajar en un supermercado y todo esto me da pánico. Aquí es cuando apago la radio y me siento en mi mesa, con la cabeza clavada en los folios, sin pestañear, como si fuese un japo. El día pasa y salgo de mi exámen. Si es benevolente puedo llegar al 3. Necesito unas vacaciones para afrontar esto. Muy agradecido de no ser japonés porque mi nota es un reflejo de los días libres que ya he vivido, tal vez muchos más de los que pueda gozar un tipo de estos en todo su vida, y sinceramente, en este momento no estoy para dar un palo al agua. Hasta mañana amigos.