miércoles, 25 de febrero de 2009

Göteborg




Despertaron en otra ciudad. No llegó a amanecer. Todo quedó cerrado en un bulbo de hielo, los edificios apilados, los paseos que construyen los barrios, los estanques de los parques, los niños embutidos en abrigo con sus trineos, los padres, los relojes paralizados, todo. Apenas advirtieron transeúntes por las callejas, tan solo cicatrices difuminadas en los adoquines. El río les empujó hacia un puerto mitigado por buques adormecidos en sus paredes. Allí se detuvieron confundidos entre los colores grises de la tarde. Silencio y nieve. Sobre las plazas, al final de las avenidas, distinto silencio y distinta nieve. La ciudad quedó sepultada por los faroles. Un plano mojado les indicó el camino de regreso. Eligieron sobre una maraña de tranvías su tranvía. Antes una parada en el último punto del mundo. Derrotados en ese vagón con ojos apagados llegaron a un albergue. Más comida y más bebida. Terminó la noche sin demasiado esfuerzo. Después vinieron los animales noruegos. Llegó el siguiente día. Esta vez si que amaneció. La nieve se desangraba en las aceras, fueron otros los lugares sin las huellas. Ya eran parte de aquella ciudad cuando una estación les abrió sus puertas.

2 comentarios:

AML dijo...

YES WE CAN!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

BESOS DESDE ESPAÑA. CUIDATE, AUNQUE YA VEO QUE LO HACES....TU TIA JUANI.