martes, 14 de octubre de 2008

Primer examen


Me levanté temprano a dar un último repaso. Más que para asegurar conceptos para contentar a la conciencia, un mal examen con remordimientos es una pena durísima. Vi que hasta las 7 no amanece, nada que ver con las 3:30 de los primeros días, qué días. Llegué a la facultad con un paso tranquilo sobre mi bici. El mal día anterior rondando apuntes mermó mi ritmo cardiaco. Hay quién se olvida del estudio la tarde previa, quién estudia hasta que le quitan los papeles de las manos, quién nunca estudia, a mi me gusta contemplar a la gente en esos momentos, sus pequeñas historias, su monotonía, me relaja. Por lo visto mandaron un correo en el que advertían de la necesidad de la Liu Card, la tarjeta universitaria. En ese momento no la llevaba encima. La parsimonia se convirtió en exceso y tuve que volver a mi casa en tiempo record. Y entré en el aula con mis ropas mojadas, un aula enorme, ligeramente convexa, donde se hacían simultaneamente 3 exámenes que yo contase. En uno había una especie de gráfico, en otro un texto en caracteres extraños, chinos supongo, y luego estaba el mío. 5 mujeres de avanzada edad vigilaban el ganado. Se paseaban por las mesas, aclaraban términos y chismorreaban en sueco. Yo pedí utilizar mi diccionario. Tras las risas al comprobar mi procedencia ningún problema. En la entrada un teléfono fijo no dejaba de incordiar a los alumnos reclinados en sus asientos. Por aquel entonces yo había concluido mi tránsito. Estos apuntes no los quemaré ni los olvidaré en algún cajón de mi casa, estos los conservo para Navidad, me comeré el pavo con ellos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

por lo que veo ha estado la cosa regular, animo otra vez será.