sábado, 11 de octubre de 2008

Entre la mala y la buena cocina


Mi dieta cuenta con una extensa lista de alimentos, pescados, carnes, huevos, pastas, verduras, lácteos, frutas, muchos postres, un vicio insatisfecho. Me las compongo para que no me falte nada de lo primario, para no maltratar mis tripas y ofender mi olfato. Los primeros días solía rondar las cocinas ajenas husmeando ideas, necesidad de evitar los repetidos espaguetis. Hubo un tiempo en que mis inquietudes culinarias respondían a un menú escrito. El Domingo noche hacía un recorrido por la futura semana. Todo quedaba sentenciado. Pero aquello terminó por aburrirme y caí en la improvisación. Habitualmente esclavo de la comida prefabricada, tengo la sensación de vivir en el supermercado de al lado de mi casa en busca de un plato rápido, acechando cualquier cosa que llene mi estómago al instante, con hambre soy un salvaje. Otros días, los menos, hago mis propios experimentos. Los ingredientes que acompañan a las carnes y pescados son los mismos que me dijeron aunque esto no sabe igual ni por asomo. Me consuela saber que lo que me llevo a la boca es bueno pero mi paladar se equivoca en el intento de reconocer algún bocado. Muchas noches opto por prepararme un plato enorme con frutas bañadas en yogurt. Siempre es un acierto a pesar de que el empacho es vomitivo. Por todo esto cuando me invitan a comer no lo pongo en duda, incluso yo mismo llamo a algún amigo para compartir mesa y para que me cocinen por supuesto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Uno de los peores momentos del dia de una cocinera,por lo menos en mi caso, es decidir qué hacer de comer y si tienes que hacer de cenar....Cuando vuelvas el dia 16 todo te parecerá un manjar te lo aseguro.