lunes, 27 de octubre de 2008

Oslo. "See you never"

No encontramos forma más económica de llegar a Oslo y alquilamos una furgoneta de 9 plazas. Aquello parecía sacado de una "road movie". Pequeñas conversaciones con tu vecino, radio en sueco, sueños de cuello quebrado, predisposición hacia algo grande y muchos kilómetros por delante atravesando bosques y lagos. Llegamos de noche, sobre un trazado de calles impronunciables y un ejército de putas acechando debilidades humanas, aquí y a estas horas todo es confusión y descaro, en el mismo centro. Un mejicano aventurero, gran bebedor de tequila y caricatura de su propio acento, nos mostró bares de la zona y gran parte de sus costumbres. "Un puto chingón". El tipo se esfumó. Era el momento de la recogida, no para mí. Di con una criatura canadiense afincada en Noruega, de todo hay en el mundo, y pactamos una visita nocturna por los entresijos de la capital. Bajamos hasta el muelle recorriendo parques y edificios, la universidad a un lado, el teatro nacional bajo la mirada de Ibsen a otro, algo más retirado el parlamento. Cercada por un leve oleaje se asienta la Ópera. Puedes pisar su arquitectura, copar su altura y contemplarlo todo desde esa posición tan alejada del mundo, entre tinieblas. Aquí termina mi viaje. Descansamos en la defensa, yo imaginando antiguas batallas, ella me hablaba de Dalí y Picasso. Paseamos por el puerto hacia construcciones modernas, el frío insoportable. Todo se apagó en una estación de trenes a las 6 de la mañana. "See you never". Volví sobre los mismos sitios a la mañana siguiente. Otra ciudad. Un parque con estatuas me conduce hacia un irrevocable final. La muerte siempre acompaña al hombre. Un cementerio a lo lejos, trazados empicados, soledad y nostalgia, Munch. No vimos "El Grito" pero de regreso no pensaba en otra cosa.

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