lunes, 19 de enero de 2009

Amberes. Tras los cristales




Anochece en Amberes. El frío ha barrido a las gentes de las calles. Tan solo espacios verticales, faroles a lo lejos y una torre que rasga el cielo. Amberes se vuelve intransitable al término de esta hora. Unas campanadas acuchillan el viento y musitan una pieza conocida. Apenas las siete de la tarde. Nada queda de la ciudad melancólica de la mañana, de los distintos pueblos amontonados en su fachada, de las plazas escondidas, de los pasos de Rubens, de los comercios en las grandes avenidas. Ahora toda la ciudad es tragedia y oscuridad. Tras los cristales un grupo de personas se sientan a la mesa. Aquellos comen sin decirse nada, esos beben entre risas, esta mujer piensa y lo hace sola. La vida de esta mujer me interesa. Puedo comprenderla. Entraría y hablaríamos de cualquier cosa. La vida está tras los cristales. El viaje ha sido duro. Agotamos la noche frente a una chimenea en el café del albergue. Buena música, miradas perdidas, el frío desaparece. No hay nada que decir. Lo dijimos todo, al menos gran parte. Esto se termina. Ellos atraviesan sus ideas. Yo me quedé tras los cristales..

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