Al final de este puente que me ha dejado un insoportable dolor ya no mental sino intestinal, regresaba a Granada sin esperar nada de la vida, más cerca de lo que se puede considerar mi muerte, alguna hora antes de que se pusiesen en marcha las calles. No quiero recordar ese tiempo fatídico pero al entrar en mi cuarto y vencer la marabunta de desorden, un mediano paquete sobre una nota me aguardaba. Aquello me dejó de piedra y más aún cuando deshice el envoltorio y leí el papel. Una colección de 12 películas de François Truffaut con sus correspondientes posters entre las cuales estaba mi bien amada "Los 400 golpes" y la significativa "El último metro" (esa persona sabe por qué). Contemplar a este director francés es asistir a todo un discurso de estudio cinematográfico. En él vemos reflejado sus años detrás de las cámaras como crítico, su amor por sus maestros Wells y sobre todo Hitchcock. El nacimiento de lo que supuso la "Nouvelle vague" francesa como nueva forma de filmar, su obsesión por la infancia y el paso acelerado del tiempo...las mujeres. No es para mí un autor cualquiera y lo explica sobradamente las palabras que lo acompañan. Aquel viaje a París y aquella tarde esculpida en piedra donde fuimos en búsqueda de la tumba de François Truffaut escapando del laberinto de Montmartre no se olvida, al igual que otras muchas cosas. Hasta mañana amigos.
martes, 6 de mayo de 2008
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