

Terminas satisfecho de unas piernas amenazadas, sepultado en el sofá familiar roncando la marcha que te ha llevado hasta él, la tarde se consume y sigues inmóvil, reviviendo cada paso. Nos salió una buena ruta. Cuando desperté aun era de noche. Muchas veces me metí en la cama a esa hora, el viernes pasado sin ir mas lejos. Prefiero vivir la mañana que
dormirla. Todo el día por delante. Las horas, la gente, la luz. En
Suecia no tengo luz, las horas son más alargadas y la gente, la gente se esconde. Pronto eres parte de un camino, compañero de todas las piedras, un guardián de la montaña. Y surgen grandes conversaciones con amigos, hablamos del otro mundo y del nuestro, nos entendemos algo más, ninguna duda de por qué estamos juntos en esto. Pero las mejores conversaciones se tienen en silencio. Te acercas a tus problemas, desnudas a los fantasmas de toda la semana, imaginas que ya no existe aquella mujer, imaginas que estas solo con esa montaña, y por un momento estas a solas con esa montaña. No importa lo demás. Eres tú, tus pasos y un camino.
Borges nos contó que los caminos se bifurcan. Condenados a elegir. Esta ruta no soluciona nada y lo aclara todo. Tengo una ampolla entre los dedos. Me clavaré una aguja para seguir adelante.
